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"Según a qué audiencia..."Alrededor de 1920, Jacinto Benavente se encontraba a menudo
asediado por damas que trataban de aceptara acudir a dar una conferencia en el
Lyceum Club de Madrid. El comediógrafo se las veía y se las deseaba para
escurrir el bulto con todo tipo de excusas, a cuál más ingeniosa; pero ninguna
servía para que las damas se desalentaran. En una ocasión de éstas, varias
damas intentaban convencerle, y una de ellas llegó a decirle: Los amigos de Benavente tuvieron que explicarle más tarde porqué las mujeres se marcharon tan indignadas... "Lección aprendida"Muchos soberanos creían estar dotados para las artes -ya fuera música, pintura, poesía, etc.-, y en ocasiones se aprovechaban de su elevada posición para cosechar críticas favorables de sus artistas súbditos. Tal fue el caso de Dionisio, tirano de Siracusa, impenitente creador de horribles poesías, para tortura del poeta de la corte, Filoxeno. Se cuenta que hizo comparecer a éste a su presencia, y le entregó la última serie de poemas que había perpetrado, pidiéndole su opinión. Filoxeno, con bastante más amor al arte que prudencia, respondió
sin miramientos: Dionisio, previsiblemente, se enfadó mucho, e hizo encerrar al
poeta una semana en las caballerizas. Al término de ese tiempo, le hizo llamar
para entregarle una nueva serie de versos que había escrito, suponiendo que el
encierro ablandaría cualquier futura crítica de Filoxeno. "¡Adios, Madrid, que te quedas sin gente!"Ésta frase se atribuye a un zapatero remendón, que abandonó Madrid debido a que su negocio allí no prosperó; retuvo la frase cierta popularidad, relacionándose con personas que alardeaban de importancia y se creían que su ausencia era masivamente lamentada. Una frase similar se le escuchó a un portugués, bravucón y
camorrista, que justo cuando regresaba en barco a su Lisboa natal, observó
desde la cubierta un ligero terremoto en la costa. Para diversión de todos los
pasajeros, no se le ocurrió sino exclamar, a pleno pulmón y con los brazos
abiertos: "Cómo son los críticos"José Elbo, un popular pintor de toreros y manolas que vivió desde 1804 hasta 1844, era un hombre que tenía particular manía a los críticos de arte, echando pestes de ellos con frecuencia; y éstos, a su vez, le devolvían la cortesía a menudo. Durante una de sus exposiciones, comentó a sus amigos que "son como las moscas: sólo se paran en la basura". En otra, un amigo suyo que se había acercado a los críticos de
Elbo para oírles malhablar de su amigo, volvió con éste y le dijo: "¡Menos lobos!"Ramón María del Valle Inclán perdió su brazo izquierdo a causa de un bastonazo que le aplicó el crítico Manuel Bueno en una, sin duda, demasiado acalorada discusión en el Café de la Montaña, en Madrid. Al principio, del Valle no tuvo motivos sino para lamentar su invalidez; mas poco a poco se fue acostumbrando, e incluso llegó a estar peculiarmente orgulloso de ella. Popular fue el momento en que, llevado de su fantasía (y, sin
duda, algo de soberbia), acabó por establecer, con gesto ufano, un claro
paralelismo entre su manquedad y la de Cervantes. Pero pronto apagó su
entusiasmo Jacinto Benavente, presente en la reunión, quien al escuchar el
disparate de Inclán, respondió con malicia: "Seamos sinceros"El gran Miguel Ángel estaba cierto día dando término a la escultura que un noble le encargó, mientras éste permanecía pacientemente en silencio e inmóvil. Hacia el final, Miguel Ángel se encontró con la típica duda
de muchos escultores, encontrar un objeto que poner en manos del modelo y
modelar de esta guisa la escultura. "Avergüéncese quien mal piensa"Ésta es la traducción, más o menos literal, que pronunció Eduardo III de Inglaterra durante un baile. Sucedió que durante la gala, a la Condesa de Salisbury se le cayó una liga, y el monarca se agachó a recogerla. Justo mientras la levantaba, varios cortesanos giraron la vista hacia él, y al ver la cómica escena -el monarca devolviendo una liga a la condesa, y ésta completamente ruborizada-, les faltó tiempo para empezar a murmurar maliciosos comentarios y bromas; fue entonces cuando Eduardo III pronunció la frase del título, mas como viera que las murmuraciones no cesaban, resolvió defenderse en sentido opuesto, volvió a tomar la liga de manos de la atónita cortesana y sin más miramientos se la ató a su propia pierna, pasando el resto de la velada con la liga de la cortesana colgando hasta el suelo. Este cómico gesto, se cree, acabó por dar origen a la famosa y codiciada "Orden de la Jarretera", y a que su frase original, "Honni soit qui mal y pense" quedase como leyenda en el escudo nacional inglés. "No me extrañaría nada..."Juan Emilio Arrieta, autor de varias zarzuelas que vivió entre 1823 y 1894, tenía un sentido del humor a prueba de casi cualquier circunstancia, incluida la cercanía de su propia muerte. Y precisamente el día anterior a ésta, charlaba alegremente
con varios de sus colegas desde el lecho. Llegó otro de sus amigos en ese
momento y, como dicta la cortesía, le preguntó cómo se encontraba. A lo que
Arrieta, divertido, contestó: "Sin falta"Andrés Bello (1781 - 1865) fue, entre otras cosas, jurisconsulto, académico, rector universitario, filólogo, grmático y poeta. Sin duda, un hombre de gran cultura y especial predilección por la excelencia en el idioma; por eso, recibía con especial tristeza las cartas que un amigo suyo le escribía con regularidad, pues éstas se hallaban plagadas de escandalosos errores gramaticales y ortográficos. Un día, recibió la visita de este amigo en su casa, quien
acudió, entre otras cosas, a explicarle ciertos motivos por los que no pudo
mantener con él correspondencia durante más de un mes. "Cada uno con su tema"El novelista español Pío Baroja se encontraba cierto día
desayunando en un café de Madrid, sentado junto a un hombre que leía
determinada página del periódico con gran atención. Finalmente, el
desconocido cerró el periódico y, con gran satisfacción, comentó: |